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Encontramos el talento que las empresas necesitan y las oportunidades adecuadas para los profesionales
En los últimos años estamos asistiendo a una profunda transformación de los departamentos legales, dejando atrás la figura del abogado interno al que únicamente se acudía cuando surgía un problema. Actualmente las asesorías jurídicas asumen una doble funcionalidad: siguen despachando los asuntos técnicos legales y, además, asumen un rol de business partner, integrando las funciones y la planificación jurídica al servicio de la estrategia de la empresa. Todo ello realizando, de forma adicional, una labor preventiva del negocio.
A partir de la crisis del 2008, la gran mayoría de las compañías volvieron a centralizar los servicios legales, externalizando a despachos de abogados únicamente asuntos muy concretos. Esta tendencia ha contribuido a redefinir las figuras: mientras que el abogado de despacho es cada vez más un mero consultor, el abogado interno adquiere un rol de partner.
Este cambio en los roles está teniendo como consecuencia que las empresas dispongan de profesionales en la asesoría jurídica interna con un profundo conocimiento del negocio, gracias al cual pueden asumir una actitud preventiva, proporcionando asesoría estratégica y recomendando las soluciones apropiadas.
Esta labor estratégica se vuelve esencial en un momento en el que se están produciendo cambios significativos en la normativa medioambiental, social y de gobernanza y que, en muchos casos están afectando notablemente a la estrategia del negocio. El papel del departamento legal será clave si tenemos en cuenta que estas normativas tienen un efecto en los riesgos, las oportunidades de negocio o la gestión del talento.
En función de las características de la compañía, la construcción de un departamento legal requerirá de unas exigencias u otras. Sin embargo, desde un punto de vista general, entendemos que el principio a seguir sería la atracción de profesionales con sólida experiencia jurídica junto a un alto conocimiento del sector de la organización.
Además de las habilidades técnicas, es fundamental que los profesionales estén alineados con la filosofía y valores de la compañía. De no ser así, su contribución no será como un departamento vertebrador de la organización, sino que podrían caer en un error que se ha producido tradicionalmente en el sector: el de ser un departamento que frena el negocio en lugar de fomentar la cultura legal en la compañía.
A nivel general un abogado interno necesita conocimiento del sector, así como orientación a negocio, además de habilidades de comunicación y visión estratégica.
La transformación veloz en los últimos años de las empresas ha exigido la reconversión del abogado interno, que de forma ideal debería reunir dos requisitos:
En primer lugar, haberse especializado en un área legal en concreto (Derecho mercantil, Derecho Fiscal, Derecho Labora, etc), pero que a raíz de las nuevas exigencias legales se haya formado en nuevas materias como protección de datos, nuevas tecnologías o compliance. Por otro lado, que actúe como un business partner porque conoce el negocio, asume un rol de directivo y forma parte de las decisiones estratégicas. Además de los anterior, deben ser perfiles dinámicos, buenos gestores de riesgo y estratégicos, así como disponer de la capacidad de generar cultura legal en la compañía.
Históricamente las empresas que formaban parte de sectores regulados (como puede ser el farmacéutico, financiero, seguros) eran las más proclives a tener un área legal interna por las exigencias que dictaba la norma. Sin embargo, desde hace unos años el marco regulatorio y la presión en cumplimiento normativo han provocado que determinadas empresas apuesten por internalizar los asuntos legales o bien apostar por más recursos humanos dentro de dicha área.
Por último, me gustaría destacar que, en los momentos de incertidumbre que estamos viviendo, el papel de la asesoría jurídica cobra protagonismo operando como pilar básico de cualquier organización. Asumiendo un papel de directivo, el abogado interno debe hacer frente a cuestiones cada vez de carácter más transversal que afectan al negocio, aportando seguridad jurídica y empresarial en cada una de las tomas de decisiones. En definitiva, el abogado ha dejado de ser un profesional reactivo para pasar a ser un business partner que asesora, guía al negocio y adopta una actitud preventiva frente al mismo.
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