Podríamos decir que llevamos años hablando del “futuro del trabajo” y de cuáles serían los aspectos que lo determinarían. Algunos de las tendencias que aparecían ya de forma recurrente en este escenario hipotético eran la extensión masiva del teletrabajo, el avance imparable de la digitalización y una mayor agilidad para que las organizaciones fueran capaces de afrontar los cambios.

Pues bien, si echamos la vista atrás y analizamos lo que estamos viviendo en los últimos meses, podríamos decir que ese momento ha llegado o, al menos, nos encontramos muy cerca de alcanzarlo. ¿Cómo ha cambiado la crisis del COVID-19 la forma en la que trabajamos y como lo haremos en el futuro? Creo que, si algo ha conseguido esta pandemia, es acelerar un proceso de transformación que ya se venía fraguando, pero que ahora palpamos de una forma mucho más real.

¿En qué aspectos podremos notar los cambios? Destacaría tres ámbitos fundamentales para monitorizar su evolución: el talento, el trabajo en sí mismo y el lugar de trabajo.

Nuevas habilidades y flexibilidad marcan al talento post-covid
Durante los próximos meses las empresas deberán adaptarse a un nuevo escenario y demandarán profesionales que les ayuden a afrontar los retos, hasta ahora desconocidos, que se van a presentar. Uno de ellos será, sin duda, la necesidad de operar en un entorno cada vez más online, para lo que requerirán empleados con habilidades digitales. Algunas soft skills también serán fundamentales para superar con éxito esta etapa. La resiliencia, la flexibilidad, el trabajo en equipo o la orientación a resultados están entre las más valoradas, pero no podemos olvidar el papel de la capacidad de innovación y la creatividad para aportar soluciones a estos nuevos problemas.

Otra de las tendencias que considero que marcarán el mercado laboral durante los próximos meses es el auge del empleo flexible, como una fórmula para reforzar el capital humano de las compañías a la vez que mantienen sus costes bajo control. ¿A qué nos referimos exactamente con empleo flexible? Podríamos englobar en esta categoría tanto al empleo temporal, con el que las empresas buscan cubrir sus necesidades puntuales de talento, como el interim management, dirigido a profesionales senior interesados en liderar un proyecto o acometer una transformación en una organización por un periodo de tiempo determinado.

Estructuras organizativas más ágiles
Hace apenas unos meses ya éramos conscientes de la importancia de que las empresas estuvieran preparadas para adaptarse rápidamente a los cambios, teniendo en cuenta que estos se sucedían cada vez a mayor velocidad. Sin embargo, tras la pandemia del COVID-19 esta necesidad ha cobrado un nuevo sentido y la realidad nos ha demostrado cómo nuestro entorno puede cambiar drásticamente de la noche a la mañana.

Hemos empezado a ver en este periodo una mayor agilidad en muchas organizaciones, que se han visto obligadas a cambiar sus modelos de negocio o su forma de operar de forma temporal (o no) para poder sobrevivir. ¿Quién no conoce alguna pequeña empresa que haya empezado a vender en el canal online en los últimos meses?

Definitivamente creo que este será un punto de inflexión en la transición hacia organizaciones más líquidas. De hecho, es de esperar que en los próximos meses sean muchas las compañías que implementen iniciativas orientadas a mejorar su eficiencia para seguir siendo competitivas en un contexto económico desafiante.

¿Cómo pueden avanzar las empresas hacia una estructura organizativa más ágil? Existen múltiples opciones para una organización más flexible, como puede ser el trabajo por proyectos o el establecimiento de marketplaces del talento a nivel interno que permitan optimizar las skills y las capacidades del capital humano existente.

¿Teletrabajo o trabajo presencial?
En los últimos meses todos los aspectos relacionados con el teletrabajo han suscitado un gran debate. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que en apenas unos días pasamos de ser un país en el que tan solo un pequeño porcentaje de empleados se acogían a esta fórmula, la mayoría de ellos de forma puntual, a que millones de personas tuvieran de adoptarla con carácter forzoso y sin preparación previa para poder mantener la continuidad de miles de negocios.

Podríamos decir que damos por superada esta etapa inicial, de la que hemos aprendido que se pueden mantener altos niveles de productividad con el trabajo en remoto y los beneficios que implica para el empleado, derivados del ahorro del tiempo. Pero también hemos observado la necesidad de que las empresas cuenten con recursos y políticas de teletrabajo que regulen las condiciones para ambas partes.

La mirada está puesta ahora en el futuro. ¿Volveremos a trabajar de lunes a viernes en la oficina o esto es cosa del pasado? La respuesta está aún en el aire, aunque sí estoy convencido de que a partir de ahora muchas compañías avanzarán hacia fórmulas mixtas, que combinen el trabajo presencial y el teletrabajo en distintas proporciones, obteniendo con ello una mayor flexibilidad al empleado y una optimización de costes para la empresa.

¿Estamos ya viviendo “el futuro del trabajo”? Lo cierto es que todo parece indicar que cada vez estamos más cerca.

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